Federico García Lorca, uno de los autores más destacados de la dramaturgia y poesía universales, nos regaló obras teatrales tan bellas como La casa de Bernarda Alba, que es quizá su trabajo más reconocido. Ahora, 85 años después de que fuera escrita, Pilar Ávila se ha atrevido a retomar los personajes de Lorca en un texto que se está representando actualmente en la sala Lola Membrives del Teatro Lara, con Manuel Galiana como director. La obra, además, cuenta con la propia Pilar Ávila para interpretar a Bernarda, mientras que Pilar Civera se enfrenta al papel de Poncia.
En Bernarda y Poncia (silencio, nadie diga nada), han transcurrido 8 años tras la muerte de Adela, la que fuera la hija menor de Bernarda Alba (y hecho con el que termina la obra de Lorca). A través de las conversaciones de ésta última con Poncia, la criada de la casa, nos enteraremos de todo lo que ha ido acaeciendo en la vida de ambas durante este periodo de tiempo, además de desenterrar fantasmas del pasado.
Se trata, así pues, de una historia que nos da presenta una nueva versión acerca de unos personajes que todos conocemos, manteniéndolos en todo momento fieles a los que creó en su momento Federico García Lorca. La función, en resumen, profundiza en unos personajes sobre los que todos sentíamos la necesidad de conocer más, con una historia que te conmueve. Además, te transmite una cierta sensación de familiaridad con ellos, presentándonos a unos personajes a quienes vas a terminar por comprender, no sólo en la actualidad sino también en cuanto a los hechos que sucedieron en el pasado.
Se trata de un texto respetuoso con el original, donde además podemos darnos cuenta del gran trabajo de investigación que ha tenido que llevar a cabo Pilar Ávila a la hora de escribirlo. Además, se trata de un texto bellísimo, con unas metáforas y unas imágenes que te transportan al mismo Federico García Lorca.
Cuenta, además, con una escenografía de lo más simple, pero que recuerda a la que se menciona en el texto de Lorca. No hay que olvidar tampoco el papel tan importante que tiene la iluminación dentro de la obra, que presenta un juego de luces totalmente acertado y que nos permite acercarnos aún más a lo que estamos presenciando.
La sala Lola Membrives, donde se representa la obra, se ve desbordada por la fuerza o potencia que demuestran tener Pilar Ávila y Pilar Civera sobre el escenario, que con tan sólo una mirada o un gesto transmiten toda la esencia de la escena. No hay duda de que, quien se acerque al teatro a ver Bernarda y Poncia quedará deslumbrado ante el portento del que serán partícipes. Además, ambas exhiben una complicidad brutal en una obra que exige justamente eso.
Por otro lado, es de alabar también la gran intimidad que transmiten sus actrices a lo largo de sus 80 minutos de representación, creando un ambiente en el que te sientes sobrecogido ante lo que estás viendo, gracias también a lo que hemos comentado con anterioridad: el gran talento que poseen ambas. De hecho, son varios los momentos en los que adviertes que habías estado conteniendo el aliento sin siquiera percatarte de ello.
Si hay algo que falla en la función es la música de la representación que se da en la sala Cándido Lara a la misma vez, que se cuela a través de las paredes y puede llevar a sacarte momentáneamente de lo que estás viviendo en ese momento. Obviamente, cabe aclarar que esto no es para nada culpa del equipo que hay detrás de la obra, pero sí que es algo que se trata de algo que, en el momento, puede llegar a molestarte un poco por la interrupción que ello supone.
En definitiva, Bernarda y Poncia (silencio, nadie diga nada) se trata de una obra que tienes que digerir después de verla debido a la gran carga emocional con la que terminas de verla. Se trata de una representación que te dejará con el corazón en un puño y de la que saldrás fascinado por completo. No es por nada que está respaldada por Ian Gibson, hispanista y especialista en Federico García Lorca, sobre el que ha escrito en innumerables ocasiones.
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