Texto: Juan Luis Iborra | Sonia Gómez
Dirección: Juan Luis Iborra
Reparto: Pepa Rus
Escenografía: Eduardo Moreno
Iluminación: Juanjo Llorens
Producción: Deleite Producciones | Pentación Espectáculos | Juan Luis Iborra
¡Viva la Pepa!, el monólogo cómico de Juan Luis Iborra y Sonia Gómez, vuelve al teatro. Desde el pasado 3 de diciembre (y hasta el día 30 del mismo mes), la sala Lola Membrives del Teatro Lara acoge la obra protagonizada por la actriz Pepa Rus (Aída, La que se avecina).
La obra nos pone frente a la única madre soltera de gemelas de Melilla que, a través del humor, nos va desvelando poco a poco ciertos aspectos de su vidas y qué fue lo que le hizo llegar a su situación actual.
Tan sólo un día después de su estreno en el Teatro Lara, fui a ver ¡Viva la Pepa! sin saber mucho sobre la obra y sin haber llegado a investigar tampoco sobre ella en lo más mínimo: sabía que estaba Pepa Rus y que se trataba de un monólogo cómico y no me hacía falta nada más. Quería que me sorprendiera, y así fue. El texto, claro ejemplo de frescura, nos lleva constantemente del pasado al presente, dándonos pequeñas pinceladas de la vida de Pepa con las que vamos obteniendo una visión mucho más completa del lienzo que es su vida, consiguiendo que conectemos con la protagonista, cuyos trazos están tan bien perfilados.
La obra destaca sobre todo por el humor con el que Pepa se toma la vida (incluso cuando lo que esta trae consigo no sea en nada positivo), consiguiendo así una historia agridulce, pero que es directa y que te golpea con una bofetada de realidad en los momentos en que se deja un poco de lado la comedia para pasar al drama. Ahora bien, es cierto que hay algunas ocasiones en las que las transiciones de la comedia al drama son demasiado bruscas, con lo que llegué a desconectar durante unos instantes de lo que se me estaba contando, además de que hay algunas escenas en las que parece que se juega con el populismo o la demagogia (a pesar de que las palabras de Pepa llevan escondidas siempre la verdad y funcionan a la perfección dentro del contexto de la obra), trayendo consigo unas escenas de lo más conmovedoras y en las que la nostalgia juega un papel importante.
Estamos ante una protagonista que despilfarra encanto, con una inocencia y un punto de vista que te abre los ojos respecto a muchos de los temas que se tratan en la obra. Además, esos momentos en los que la comedia va ganando terreno dentro de la historia, se tratan asuntos tan cercanos a nuestro día a día y con los que lidiamos tan a menudo que es imposible que evitemos que aparezca (cuanto menos) una leve sonrisa en nuestros labios.
La escenografía o, en general, el atrezzo de la obra es de lo más simple, acudiendo incluso a cambios en el vestuario por parte de la protagonista en el mismo escenario, pero no se echa en falta nada más dentro del espectáculo, en parte gracias al desparpajo que tiene Pepa Rus sobre las tablas y a la hora de narrarnos su historia.
La actriz hace un papel sobresaliente en el escenario, desenvolviéndose con una soltura que no es fácil encontrar. Además, el brillo de sus ojos habla por ella en muchas de las ocasiones, llegando a transmitir a niveles inesperados todo lo que está viviendo su personaje. De hecho, la intérprete consigue que el público se implique de lleno en la historia, lo que hace que la magia del teatro llegue hasta todos los lugares de la sala.
¡Viva la Pepa! es, en conclusión, una obra en la que sus cerca de 70 minutos pasan volando ante los ojos del espectador, que verá reflejada una realidad sobre la que muchas veces pasamos por alto y en la que el humor está siempre presente.
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