Con cinco temporadas en cartel, La madre que me parió sigue siendo un éxito rotundo en la sala Cándido Lara del Teatro Lara. La comedia, que dirige Gabriel Olivares y que cuenta con un elenco de escándalo, ha superado ya las 900 funciones ante un público que no deja de demostrar su inmenso cariño hacia la obra.
Tres mujeres acuden a la boda de una amiga de la infancia acompañadas de sus madres. Durante el convite, la novia se arrepiente del enlace y pide ayuda desesperada a sus amigas. Se desata la locura mientras se ponen de manifiesto las complejas relaciones entre madres e hijas, se desvelan secretos, y se confirma que no hay nada que sane más que compartirlos con tus amigas. La opinión de la madre marca las decisiones de sus hijas, pero eso no debe impedir nunca que se viva conforme a los verdaderos sentimientos, porque toda madre siempre acabará justificando a sus hijos, por más que, en un principio, pueda mostrar su desacuerdo.
Hace ya bastante tiempo que tenía pendiente acercarme al Teatro Lara para poder disfrutar de La madre que me parió, una comedia de la que me habían hablado las mil maravillas y que mis amigos no paraban de recomendarme, así que en cuanto pude no dejé pasar la oportunidad de ser testigo de este disparatado banquete de bodas.
Ahora bien, he de admitir que estamos ante una obra que va cogiendo ritmo poco a poco y gana fuerza a medida que se nos va introduciendo en la historia y en todo el enredo que rodea la boda de Daniela (Ana Villa). De cualquier manera, una vez la obra va avanzando se vuelve completamente desternillante, con unos diálogos directos ante los que todo el público cae rendido. Se trata de una obra que viene a romper prejuicios a fuerza de hacer humor con ellos, lo que le funciona a la perfección.
El texto, por otro lado, aunque está muy bien escrito y tiene sus grandes aciertos también se me hizo algo torpe en según qué escenas. No podemos negar que estamos ante un guion divertidísimo y en el que los juegos de palabras han sido toda una exquisitez, por lo que funciona a la perfección en ese sentido. Sin embargo, pierde el rumbo en más de una de las escenas en las que aparece el personaje que interpreta Diego París, en las que se va por unos derroteros que terminan resultando un tanto forzados dentro del guion general de la obra, aunque he de admitir que funcionarían a la perfección como sketches en los que el público al completo se muere de risa.
Pasando a otro tema, otro de los aspectos que terminan resultando toda una delicia para el espectador son las transiciones de una escena a otra, que me han resultado de lo más originales que he visto en mucho tiempo. Es cierto que al principio me pillaron un poco desprevenido ya que no me lo esperaba, pero funcionan a las mil maravillas y es una manera de lo más dinámica de hacer ese cambio de escena sin sacarte de lo que estás viendo y haciéndolo mucho más animado.
Hay algo que me ha gustado mucho, y es la manera en que se nos presentan las relaciones madre-hija de las que vamos a ser testigos, evitando centrarse únicamente en el lado bueno de las cosas sino también mostrándonos en ocasiones la cara más cruda a la que nos enfrentamos muchas veces incluso en nuestras vidas personales, consiguiendo que te veas reflejado en más de una situación.
La madre que me parió tiene sus más y sus menos a nivel interpretativo, aunque hay que dejar algo claro: las madres están deslumbrantes. Marisol Ayuso, Aurora Sánchez y Juana Cordero no es que se coman el escenario, sino que lo devoran por completo. La única manera en que podría describirlas es diciendo que son unas actrices espectaculares y, si bien es cierto que todas ellas tienen sobre sus espaldas una carrera interpretativa de lo más impresionante, consiguen sorprender al espectador en cada una de las escenas en las que aparecen. El resto del reparto, por su lado, está más que correcto, si bien es innegable que pasan a un segundo plano ante el desbordante talento de esas madres.
Otra de las cosas que me ha sorprendido ha sido cómo una escenografía tan simple puede funcionar tan bien en una obra como La madre que me parió, logrando involucrar al espectador dentro de lo que está observando en todo momento. La escenografía, además, viene acompañada por una iluminación y una música que son todo un acierto dentro del espectáculo y que hacen que se trate de una experiencia mucho más inmersiva.
En definitiva, no es oro todo lo que reluce (aunque se le acerca bastante) en La madre que me parió, pero es innegable que se trata de una obra que esconde mucho más de lo que en un primer momento podría parecer y que viene acompañada de un humor que te provoca la carcajada sin siquiera intentarlo, gracias sobre todo a un elenco de lo más brillante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario