Toni Roca lleva más de diez años impartiendo cursos para enseñar a hacer pan. Hay pocas plazas y bofetadas para apuntarse. Los alumnos que se inscriben saben que los cursos de Toni Roca son únicos, el método parte de una simple y curiosa premisa: “Para hacer un buen pan, no hace falta la mejor harina o la levadura más fresca, para hacer un buen pan solo es necesario estar bien con uno mismo”. Así de sencillo. Para Toni Roca: “Somos el pan que hacemos”. Una corteza poco crujiente puede ser sinónimo de problemas laborales, una miga demasiado densa seguramente es indicativo de una crisis de pareja, un pan soso, solo puede ser el resultado de una vida sexual insatisfactoria. Si quieres hacer un buen pan, debes arreglar todo aquello que no funciona bien en tu vida. Y el curso garantiza que, después de estas sesiones, el alumno conseguirá hacer un pan excelente. El sistema de aprendizaje es muy heterodoxo. Los alumnos no solo amasan o controlan la temperatura del horno: se confiesan, lloran, ríen, gritan y se liberan. Las mejoras en el pan -y en la vida- se hacen evidentes enseguida. Tres nuevos alumnos se han apuntado al curso de este año, tres alumnos con intereses, voluntades y momentos vitales totalmente distintos.
Una Terapia Integral es una comedia que pone en cuestión nuestra necesidad de creer en algo. El retrato de una sociedad que parece que está eliminando la religión pero que todavía tiene la necesidad obsesiva de creer, de tener fe en algo, algo que nos ayude a encontrar sentido a nuestras vidas caóticas, aunque ese algo sea totalmente inaudito.
Madrid acoge Una terapia integral por una segunda temporada en el Teatro Fígaro desde el pasado 25 de agosto. Cristina Clemente y Marc Angelet repiten su papel como autores y directores de esta obra tras el triunfo que fue su anterior comedia Laponia, que aún sigue en cartel.
Una terapia integral destaca por su humor, que consigue la carcajada fácil ante un público que cae rendido a sus incontables chistes, pero también tienen cabida en ella tantos momentos en los que los espectadores contienen la respiración, consiguiendo así que tanto la comedia como el drama bailen ante sus ojos de una manera totalmente fascinante y equilibrada.
El cuartel en el que se estructura la obra a través de las escenas Mezclar, Amasar, Reposar y Hornear funciona a las mil maravillas para conformar un espectáculo de lo más dinámico y con el que no puedes parar de disfrutar. Además, resalta también esa estructura mucho más de su división en escenas sino también respecto al peso que recae sobre cada uno de los personajes, cumpliendo cada uno de ellos una función dentro del espectáculo (destacando, por ejemplo, Bruno, con un papel más cómico, frente a Nieves, que representa la seriedad o la rigidez).
Una terapia integral es, en definitiva, una comedia que en realidad va mucho más allá y es mucho más profunda de lo que podría parecer, ahondando en esos fantasmas que tenemos todos y que no nos dejan ser quienes queremos ser, con un mensaje que cala al público incluso cuando los métodos que podamos ver en la obra no siempre podrían ser los más adecuados.
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